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La dudosa fuga de la cronista LIBERTINA

Capitulo 1

El Siglo de la Ilustración 

 

La clase Métodos de investigación es de una a tres, la antigua hora de la siesta. El enfoque, explica la profesora Borja a manera de preámbulo, es la cronología del tumultuoso siglo XVIII. A través de cuatro generaciones de una familia irán de 1700 a 1809, año que los quiteños establecen el primer estado independiente de España en América. Un siglo en dos horas.

La investigación parte de lo particular a lo general, del hombre a los acontecimientos y movimientos que van marcando la sociedad. En contraste al siglo y medio precedente desde la Conquista, el siglo dieciocho fue de autodescubrimiento para los quiteños. El punto de partida de la autoconciencia fue la llegada de los geodésicos franceses en 1735. Abrió una ventana a la Edad de la Razón, o Siglo de la Ilustración, y ya nunca los quiteños verían el mundo de la misma manera.

Abre un paréntesis para discurrir sobre la misión de la Academia de Ciencias de París:

El último monarca de la dinastía Asturias, Felipe III, murió estéril e imbécil a finales del siglo XVII. No era para menos con la endogamia crónica de la nobleza europea. Felipe III fue el producto final de siglos de cruces incestuosos. Su muerte propició el advenimiento de la dinastía Borbón al trono de España, y con los Borbón soplaron vientos de cambio en Quito. La Academia de Ciencias de París escoge Quito para la medición de un grado del arco meridiano en la imaginaria línea ecuatorial. Debían resolver una disputa sobre la forma de la Tierra. Una facción de académicos, partidarios de Descarte, el padre del racionalismo francés, esgrimiendo mediciones que demuestran que al acercarse al ecuador las distancias se alargan, postula que la tierra es una esfera alargada en los polos y tacha a la altura del ecuador, como un limón. La facción opuesta, adeptos al matemático inglés Newton, a su teoría de la gravedad—desde el centro de la tierra una fuerza magnética mantiene la tierra en orbita—arguye que la tierra estaría ensanchada en el ecuador y atachada en los polos, que el equilibrio del globo terráqueo derivaría del abultamiento a la altura del ecuador. No se trata de un debate académico—que en nuestra habla ha degenerado a irrelevante. Pende de la resolución del debate el establecimiento de un sistema de medición estandarizado, lo que sería el futuro sistema métrico decimal. Para resolver la disputa deciden enviar una misión al Polo Sur y otra a la Real Audiencia de Quito, ubicada bajo la línea ecuatorial.

    -¿Por qué la Academia de Ciencias de París escogió Quito? –pregunta el profesor Sanders desde Washington- La línea ecuatorial circunvala la Tierra, pudieron escoger lugares más cercanos a Francia, una colonia en África…

    La profesora Borja responde hablando a una cámara:

    -Una consideración práctica. Ningún país ecuatorial de África ni los territorios de Portugal en la desembocadura del Amazonas prestaban las garantías necesarias para la seguridad de los científicos, e Indonesia no interesaba. Juzgaron la Real Audiencia de Quito, un distrito del virreinato del Perú, suficientemente civilizada e interesante, una puerta de entrada a un mundo que España mantuvo envuelto en misterio. Ningún científico francés había pisado territorio quiteño. Quito añadía un elemento de espionaje comercial.

    Catorce estudiantes de Español y Estudios Latinoamericanos del Dr. Sanders asisten a la conferencia virtual en Washington. Las universidades Católica de Quito y Georgetown intercambian teleconferencias. Las trasmisiones en directo desde los quirófanos del Hospital de Georgetown tienen gran acogida en Quito, mientras que en Washington se benefician los programas conjuntos de idiomas y ciencias sociales. La sala de teleconferencias de la Universidad Católica de Quito tiene dos cámaras fijas y un camarógrafo con ímpetus de cineasta, no son raras las tomas de algún graffiti político o poético-pornográfico, lo cual es consecuente con la historia, el camarógrafo se ha defendido, que las paredes de Quito nunca se han callado.

    De espaldas a la cámara, la profesora Borja continúa:

La historia se confabuló. Primos Borbón reinaban Francia y España, ambos nietos del Rey Sol, Luis XIV. Y reinaba la paz. De las guerras de sucesión surgieron 30 años de paz. Francia propuso el asunto desde una perspectiva científico-comercial. El primo francés escribió: Las investigaciones avanzarán la ciencia de la navegación, fundamental para la optimización comercial. El primo español, Felipe V, aceptó. Sospechaba la geodésica un pretexto, conocía bien al primo Luis, siempre ambicionó un pedazo del pastel colonial americano. Pero si España iba a exprimir más jugo de esa fruta americana necesitaba mejores mapas, cartas de navegación, un censo fidedigno de los recursos naturales. Lo haría él mismo si contara con una burocracia y aristocracia proclives a la modernidad, pero había heredado un reino español anacrónico, renuente a todo cambio. Aceptó la propuesta del primo Luis con una condición: dos oficiales de la marina española, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, acompañarían a los académicos franceses. En la intimidad Felipe V bromeaba: Mis espías espiarán a los espías de Luis.

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