Breve historia del Español

¿Son España, América Latina y Estados Unidos Hispano, parafraseando a Oscar Wilde, mundos separados por un mismo idioma? Los argentinos y los uruguayos pronuncian ll como sh, mientras que la mayoría de latinoamericanos lo hacen como la y en yo-yo. Las ce, ese y zeta mexicanas suenan exactamente igual que la s de soltero, pero la z de un español se aproxima a la th de thanks. La variación gramatical más prominente es el pronombre plural vosotros, que en América Latina es ustedes, salvo para políticos provinciales pomposos, y el vos por tú. En efecto, tan marcadas pueden ser las diferencias que se han pasado películas mejicanas con subtítulos en Buenos Aires. 

La pregunta inevitable: ¿Quien habla el mejor español? Habría primero que definir mejor. ¿Nos referimos a la magnitud del mercado o a la pureza? En el caso de la magnitud del mercado, es superior el español estándar, esa variedad neutral de las telenovelas. Español estándar es el común denominador de todas las variedades, vaciado de localismos. Así, en una telenovela destinada a un mercado hemisférico, la protagonista, la despampanante y rubia patrona dice: ¡Oh, Dolores, un destino cataclísmico me espera! La sirvienta, desproveída de educación formal, aunque destinada a ser muy pronto rubia y rica, responde: Lamentable es la desdicha de nostras las apesadumbradas mujeres. El asunto de la pureza exige mayor meditación.

Una historia abreviada del castellano

Todo comenzó al despuntar nuestra era moderna. Los conquistadores romanos impusieron en Iberia el latín, el idioma imperial, rama de la familia indo-europea. El latín era un idioma estratificado. Nada que ver la lengua de los poetas y los grandes oradores con la del vulgo—el sector llano (no confundir con la gente vulgar de ahora, dada a la ostentación). Restringido geográficamente, el latín vulgar incorporó los idiomas locales de los ibéricos, vascos, celtas y cartaginenses. Términos pre-romanos aun vigentes incluyen alud, jarro, aro, arroyo, izquierda y perro.

El colapso del Imperio Romano en los años 400 infundió al latín del vulgo el arsenal léxico de los visigodos. Herencia del alemán antiguo son bala, bloquear, burgués, guerra, marchar y oeste. Entonces llegaron del norte de África grupos islámicos árabe hablantes, los moros. Una fuerza militar y tecnológica avanzada, los islámicos ocuparon la península 700 años, replegando a los cristianos a las remotas montañas de Asturias. Del árabe heredamos alcohol, algebra (por siglos asociada a la ciencia de unir huesos fracturados), alquimia, tarifa and zenit. A través de de los moros obtuvimos el cero.

Claro que los cristianos no se quedarían de brazos cruzados. Los siglos subsiguientes vieron su respuesta militar y lingüística. La protección de los territorios que iban reconquistando exigió la construcción de fortalezas o castillos. El topónimo vino de manera natural, Castilla, tierra de castillos. En el proceso el latín vulgar se convirtió en un idioma específico, el castellano, símbolo de la Guerra Santa. El término del latín Hispania había cambiado a España. No obstante español, para denotar todo lo pertinente a España, incluso la nacionalidad, es un préstamo lingüístico del provenzal. El castellano tenía la palabra españón. Por el siglo once, los castellanos parlantes simplemente se enamoraron de eses espaignol de los trovadores provenzales.

El Rey Alfonso el Sabio en el siglo 13 hizo del castellano el idioma oficial del Estado, y lo elevó a un plano literario al redactar sus Crónica de España y Crónica general del mundo, y del gran código jurídico Las Siete Partidas. Más aun, los famosos traductores judíos de Toledo, los intelectuales públicos de la época, tradujeron al castellano los tratados científicos árabes. Claro que una cosa es decretar oficial un idioma y otra muy distinta la formalización gramatical. No fue hasta el célebre 1492, año que Colón zarpo a descubrir el Nuevo Mundo, que el lingüista de la Universidad de Salamanca Antonio de Nebrija presentó a la Reina Isabel su primera gramática de un idioma moderno, Gramática de la lengua castellana. La Reina católica se tornó al confesor y con disimulo murmuró:

¡Y qué puede servir este trabajo, yo ya se la lengua!

El confesor respondió enérgico que ninguna arma sería de mayor utilidad para un imperio en expansión:

¡Señora, la lengua es el instrumento del Imperio!

El castellano atravesó el Mar Océano junto a la cruz y a la espada. Dos años después que Colón encontró lo que el cartógrafo alemán Martín Waldseemüler denominaría América, Nebrija editó un glosario latín-castellano. Incluye ya el término canoa, embarcación pequeña, del idioma de los arahuacas de las Antillas. Pronto el castellano y demás idiomas europeos—que decir de las dietas—se enriquecieron con las palabras tomate, chocolate, aguacate y maiz. También entró a los diccionarios el embrujo maligno del mar, huracán. A cambio los conquistadores europeos dieron a los pueblos indígenas de las Américas palabras devastadoras, sarampión, gripe y plaga bubónica. Los americanos no tenían inmunidades para estas enfermedades y naciones quedaron exterminadas. Fue necesario importar mano de obra. La bonanza de la horrenda trata de esclavos inyectó al castellano de palabras de gran musicalidad, samba, mambo, tango, marimba, congas y timbal.

El Renacimiento y la Ilustración pusieron de moda el italiano y el francés. El castellano le debe al francés avant-garde, buró, elite, emprendedor y perfume, y al italiano claroscuro, espagueti y etcétera. El siglo 20 estadounidense engrosó los diccionarios con terminología técnica, científica y cotidiana, automóbil, peniscilina, radio, televisión, aeropuerto, Internet y el mall. El lexicógrafo de Amherst College Ilan Stavans teoriza que es tal la influencia del inglés en el español que en efecto estamos atestiguando el nacimiento de un nuevo idioma, el espalglish.

El hecho es que los idiomas necesitan de otros idiomas para crecer y sobrevivir. El momento que un idioma deja de recibir aportes de idiomas extranjeros comienza a morir.

La pregunta original

¿Y la pregonada superioridad del español de Valladolid y Colombia? El año pasado, al presentar una nueva gramática del castellano, un esfuerzo colaborativo de todos los países español hablantes, Manuel Blecua, miembro de la Real Academia de la Lengua, descartó cualquier tipo de superioridad como mito: “Ningún idioma es mejor que el próximo. En ningún lugar se habla el mejor español”. El escritor Gabriel García Márquez, ganador del premio Nobel de literatura, más o menos coincidió en un intercambio con un periodista de Madrid: “No se puede decir donde se habla el mejor español porque hay muchas variedades. Lo que si puedo decir que el peor español, se habla aquí en Madrid.”

Raúl Guerrero es periodista, historiador y novelista. Se especializa en la historia de la mujer, y el idioma. Es autor de numerosas obras, se destacan las novelas INSOLENCE y La dudosa fuga de la cronista LIBERTINA. Dicta conferencias frecuentemente en Florida y New York. 

Puede contactarlo: RGuerrero@salonespanol.com

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