Una Entrevista con Raúl Guerrero
Cuéntenos sobre La dudosa fuga de la cronista LIBERTINA.
Es muy largo el camino que ha recorrido la mujer en América latina, y falta mucho. Escribir esta novela me permitió compenetrarme en la vida de una mujer a finales del siglo 18, el siglo de la Ilustración, y comienzos del siglo 19, la era de la Independencia. La Ilustración o Edad de la razón, de las ideas que conducen a la Independencia de las colonias españolas en América. La protagonista, doña Petrona, pronto comprende que dista mucho la realidad de la teoría, especialmente la realidad de la mujer. Esta mujer que esposa los grandes ideales de la época y lucha por la liberación de la efímera República de Quito, debe enfrascarse en una lucha aun más temeraria para que no le repriman el intelecto o su sexualidad. Era, en una palabra, una feminista. Aun no se acuñaba el término. La llamaron loca, y con mayor frecuencia puta.
¿Y cómo le fue? No sería fácil enfrentarse a siglos de una mentalidad machista, a una sociedad ensañada en la mujer… Nada fácil. Las consecuencias naturalmente serán devastadoras. En las palabras de la profesora Borja, la segunda protagonista de la novela, una historiadora joven de la universidad Católica de Quito y Georgetown de Washington, una investigadora que rescata la obra de doña Petrona, sus crónicas: Doña Petrona vivió una vida de hombre más que de mujer, vivió a plenitud. Nos podrá parecer absurdo que la plenitud simbolice inconformidad o rebelión, pero aun en la cumbre de la Ilustración la mujer debió luchar por los derechos más elementales. Y no fue una santa. Escandalizó a una ciudad eminentemente mojigata. Para darles un ejemplo, abandonó al marido y campante se mudó con el amante".
Leí que un marido estaba en su derecho de matar a la adúltera.
"No solo en Quito rigió una moralidad ensañada contra las mujeres. En Francia, el faro de la Ilustración, el gran Rousseau, autor de la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, proclamó que el estado óptimo de la mujer es callada. Su virtud doméstica y al servicio del hombre. La jurisprudencia no prescribió la pena capital por adulterio en Quito, pero si el cornudo encontraba a su mujer in fraganti la reparación del honor fue un excluyente de responsabilidad en el homicidio.
¿No la ahorcarían? La posición social le protegió de la horca, pero la inconformidad le costó la libertad".
¿Había prisión por adulterio? En la recién inaugurada República de los Estados Unidos encarcelaron a las adúlteras, y en algunos estados las ahorcaron. En Quito no, pero, como queda señalado, castigar no era una potestad exclusiva de los tribunales, la sociedad civil tenía sus propios métodos, y más crueles. Las transgresiones de doña Petrona hirieron no solo al marido, enlodó a la familia, y siendo la endogamia endémica, todos los nobles estaban emparentados, la sociedad entera se vio afectada. Sus crónicas, desnudando esa sociedad, acostumbrada a lavar los paños sucios a puerta cerrada, y el adulterio, sobretodo su manera de amar sin tapujos, tenía que costarle, y doña Petrona debió anticiparlo, no podía salir impune. No lo hizo, estaba enamorada. De todas maneras, jamás habría imaginado la magnitud del castigo".
¿Por qué los libros de historia no la mencionan? ¿Por qué no se ha escrito una biografía de una mujer así, de armas tomar? Una pregunta similar le hace una estudiante a la profesora Borja. Responde: “La historia oficiosa del Ecuador fue escrita por hombres con el heroísmo de norte. El heroísmo no venía en talla femenina, ciertamente no en talla de una cronista inconforme. Doña Petrona se enfocó en un heroísmo distinto, quizás sea mejor llamarlo milagro, el milagro cotidiano de sacar adelante la familia, la sociedad. Olvidamos que una de las razones principales para la independencia fue la tremenda pobreza que azotaba la América española. El desempleo de los hombres era generalizad, a esto sumemos la proclividad del hombre a irse en busca de la gloria con la escopeta al hombro, y nos encontramos que la economía estaba en las manos de la mujer del sector llano, de la madre soltera, de la costurera, la lavandera, en los mercados y colmados, nos encontramos que la historia de América latina avanzó en los hombros de la mujer.